Puertomingalvo, Testigos de la Historia
Introducción
En el corazón de la comarca de Gúdar-Javalambre, Puertomingalvo se alza como un bastión del tiempo, un pueblo que no solo ha presenciado el discurrir de los milenios, sino que ha sabido custodiar celosamente su invaluable herencia. A través de estas líneas, emprendemos un viaje por las épocas que han esculpido su identidad, tomando como guía la obra "Notas sobre Puertomingalvo y su Patrimonio" del historiador Javier Solsona Benages, a quien agradecemos su rigurosa contribución.
El propio nombre del pueblo es un eco de la Reconquista. "Puerto", por su enclave como paso montañoso estratégico, y "Mingalvo", una evolución fonética de Ben Galvón, en honor a un caballero musulmán, aliado del Cid Campeador en la conquista de Valencia. Este notable guerrero, con base en Molina de Aragón, dejó una marca indeleble en la región, estableciendo aquí una avanzadilla que fue crucial para la defensa y el desarrollo del lugar. Su legado resuena también en Benagalbón, Málaga, y se inmortaliza en una estatua en Burgos (Puente de San Pablo).
Pero la crónica de Puertomingalvo se hunde en raíces mucho más profundas. Cada piedra de sus calles empedradas, cada rincón de su fisonomía, es un capítulo de una historia vasta y rica. Un auténtico museo al aire libre que nos transporta desde las huellas de dinosaurios y los asentamientos iberos hasta una necrópolis romana. Su imponente castillo y la muralla árabe son cicatrices de batallas y conquistas, mientras que el ayuntamiento, joya del gótico aragonés, y la iglesia barroca, reflejan la fe y el esplendor artístico de sus gentes.
Este tesoro patrimonial fue reconocido en 1982 con la declaración de Bien de Interés Cultural, y en 2013, el pueblo se integró en la prestigiosa asociación de Los Pueblos más Bonitos de España. Puertomingalvo no es solo un destino; es una inmersión en la esencia de Aragón, un viaje en el tiempo donde la historia cobra vida. Les invitamos a descubrirla.
Prehistoria
El eco de los gigantes
Mucho antes de que el hombre dejara su impronta, estas tierras eran el dominio de seres colosales. Teruel, cuna de extraordinarios hallazgos paleontológicos, ha revelado recientemente un nuevo secreto en las inmediaciones de Puertomingalvo. En 2023, cerca de Mosqueruela, en los aledaños del Mas de Pérez, se descubrió un yacimiento con icnitas (huellas) de dinosaurios carnívoros que poblaron esta región hace 100 millones de años. Este hallazgo, presentado en las XXXVII Jornadas de la Sociedad Española de Paleontología, se suma a la rica saga de descubrimientos impulsados por la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis y el Grupo Aragosaurus, confirmando a Teruel como un epicentro de la paleontología en España.
Los primeros susurros del hombre
Entre pinares, sabinas y encinas, la serranía guarda los testimonios de los primeros pobladores. En la cabecera del Barranco de Gisbert, no lejos del Santuario de la Virgen de la Estrella, el arte rupestre levantino, declarado Patrimonio de la UNESCO, nos habla desde la roca. Escenas de caza, figuras humanas armadas con arcos, son la crónica visual de una vida ancestral, un legado que, junto a puntas de flecha y fragmentos de cerámica, evidencia una ocupación humana que se pierde en la noche de los tiempos. Estos vestigios son la primera página de nuestra historia, un vínculo directo con aquellos que nos precedieron.
El tiempo de los Íberos
La cultura del monte fortificado
Hace más de veinticinco siglos, en el levante peninsular, prosperó la enigmática cultura íbera. Un pueblo de guerreros y agricultores, organizados en aldeas fortificadas y con una estructura social fuertemente jerarquizada. En esta sociedad, junto a nobles y combatientes, destacaba la casta de las sacerdotisas, figuras de gran prestigio que, como revelan los ajuares funerarios, simbolizaban el nexo entre la vida y la muerte. Artesanos, herreros y alfareros eran también pilares de una comunidad cuyo arte y rituales dejaron una profunda huella en la historia peninsular.
Los Castillejos: la fortaleza olvidada
La presencia íbera en Puertomingalvo tiene su epicentro en el yacimiento de Los Castillejos. Situado a 1.156 metros de altitud, cerca de la ermita de San Bernabé, este complejo fortificado data del siglo VI a.C. El investigador J. Cabré ya lo destacó a principios del siglo XX como uno de los enclaves íberos más relevantes de Teruel, cuando aún se erguían cuatro de sus torres defensivas. Excavaciones en 1965 y 1985 sacaron a la luz vestigios de su vida cotidiana y un hallazgo singular: una moneda de bronce, un "Dabaniu" de la serie del jinete, acuñada en la provincia romana Citerior, testimonio del incipiente intercambio comercial.
El misterio de la Piedra de los Sacrificios
No lejos de allí, un aura de leyenda envuelve a la llamada Piedra de los Sacrificios. La tradición popular susurra que en estas rocas talladas por la mano del hombre se aplacaba a los dioses con ofrendas cruentas. Sin embargo, la ciencia no ha encontrado pruebas que confirmen un uso sacrificial. Otras hipótesis apuntan a funciones más prosaicas, como una prensa de aceite o una trampa para aves, o bien a un espacio para ceremonias religiosas de otra índole. El propósito real de estas piedras sigue siendo un enigma, un intrigante símbolo de un pasado remoto que nos invita a imaginar y a cuestionar.
Romanos - Bajo el águila de Roma
Un enclave en la red del Imperio
Hace dos milenios, bajo la égida de Roma, Puertomingalvo se consolidó como un núcleo próspero y estratégico. Su ubicación era vital para el control del paso del río Mijares y se encontraba en la encrucijada de rutas comerciales que conectaban con dos importantes puertos del Imperio: Saguntum (Sagunto) y Dertosa (Tortosa). Las calzadas empedradas que aún se adivinan en el paisaje son el mudo testigo de un incesante trasiego de mercancías, legiones y viajeros que vertebraron la Hispania romana.
Ecos de vida en la necrópolis: la Estela de Sulpicia
La huella más elocuente de la presencia romana se encuentra en una antigua necrópolis, de donde se rescataron diversas estelas funerarias. Entre ellas, destaca por su belleza y su historia la Estela de Sulpicia. Esta pieza de piedra arenisca, cuya original se custodia en el Museo de Teruel y de la que existe una fiel réplica en el pueblo gracias al maestro cantero Gregorio Gil Chiva, nos narra una historia concisa pero evocadora. La inscripción latina reza: "Aquí yace Sulpicia, hija de Sexto, de la Ciudad de Edeba, fallecida a los 23 años de edad".
Sulpicia, con su nombre de raíz íbera, era hija de un notable de Edeba, ciudad que se cree corresponde a la actual Iglesuela del Cid. Perteneciente a la élite local, su muerte prematura a los 23 años quedó grabada en la piedra, un testimonio conmovedor que trasciende los siglos. Su estela no es solo un objeto arqueológico; es una ventana a la vida de una mujer en un mundo cosmopolita y vibrante, un recordatorio de la fragilidad de la existencia y del poder del arte para inmortalizar la memoria.
Musulmanes - La media luna en el puerto de montaña
La fortaleza bereber
A partir del siglo VIII, la llegada de grupos musulmanes transformó la península. Tribus bereberes, procedentes del norte de África, se asentaron en estas tierras y convirtieron a Puertomingalvo en un enclave estratégico de primer orden. Para su defensa, erigieron una imponente muralla de más de quinientos metros de longitud y coronaron el cerro con un castillo, sede del poder político y militar. Aunque los primeros documentos que lo mencionan son del siglo XII, todo indica que ya en el siglo X, el asentamiento estaba fortificado para resistir el avance de los reinos cristianos del norte.
El Castillo y el legado de Abengalbón
El Castillo de Puertomingalvo, con su torre del homenaje de planta pentagonal, su aljibe y sus estancias, fue el corazón de la vida en la frontera. Fue en este convulso periodo cuando emerge la figura de Abengalbón, un caudillo musulmán que gobernó la Taifa de Molina entre 1110 y 1139. Inmortalizado en el "Cantar de mio Cid" como leal amigo y aliado de Rodrigo Díaz de Vivar en la conquista de Valencia, la tradición cuenta que, a su regreso, este líder impuso su nombre al lugar: el Puerto de Abengalbón, origen del topónimo actual.
La historia de Abengalbón es la de un hombre puente entre dos culturas, un defensor de la convivencia cuyo legado pervive no solo aquí, sino también en Benagalvón (Málaga) y en una estatua homenaje en Burgos. Su participación en la batalla de Cutanda en 1120 al lado de las taifas se saldó con una derrota frente a Alfonso I el Batallador, lo que le obligó a abandonar su taifa. Sin embargo, su nombre quedó grabado para siempre en la geografía y en la memoria de este pueblo, como símbolo de una época de alianzas, conflictos y mestizaje cultural.
Llegada de los Cristianos - En la encrucijada de tres reinos
Un siglo de vaivenes
Tras la conquista cristiana, atribuida a las huestes de Alfonso II de Aragón en torno a 1169, Puertomingalvo vivió un período de notable inestabilidad jurisdiccional. La Corona de Aragón, en plena expansión, cedió el control de estas tierras fronterizas a terceros. Primero, a la Orden del Temple, que lo gobernó durante 33 años. Luego, en 1202, pasó a manos del Obispado de Zaragoza, dando inicio a un señorío que se prolongaría durante casi siete siglos.
Entre Navarra, Valencia y Aragón
La complejidad política de la época se manifiesta en los sorprendentes cambios de soberanía. Por un breve lapso, Sancho VII el Fuerte de Navarra adquirió el señorío de Puertomingalvo y otras villas cercanas, apoyándose en garantías de préstamos. Sin embargo, el Obispo-guerrero de Zaragoza, Sancho de Ahones, recuperó pronto estos dominios para Aragón. Más tarde, los Fueros de Valencia de 1261, promulgados por Jaime I, llegaron a incluir esta franja turolense en sus mapas, generando un agrio conflicto con el Concejo de Teruel.
La disputa se resolvió de manera definitiva cuando el obispo Arnaldo de Peralta, para afianzar la pertenencia al territorio aragonés, otorgó a Puertomingalvo su propia Carta de Población en otoño de 1261. Este acto no solo aseguró su adscripción a Aragón, sino que también marcó el inicio de una nueva era, sellada con la creación de su escudo heráldico. En él se representa el báculo y la mano bendiciente del obispado de Zaragoza, junto al león del Reino de Castilla y las barras del Reino de Aragón, un perfecto resumen visual de su compleja y apasionante historia medieval.
Era Cristiana - El florecer gótico y la caridad
Tiempos de fe y poder civil
Con la consolidación del dominio cristiano, Puertomingalvo experimentó una profunda transformación. La fe se materializó en piedra, con la edificación de ermitas, iglesias y conventos, mientras el poder civil dejaba su propia impronta. El ejemplo más soberbio es la Casa Consistorial, una joya del gótico civil aragonés del siglo XIV. Más que un simple ayuntamiento, este edificio polifuncional albergaba la lonja para transacciones comerciales, la prisión con sus mazmorras y la sala para la administración de justicia. Hoy, sus muros acogen el Centro de Interpretación de Castillos del Maestrazgo, manteniendo vivo su espíritu como epicentro de la vida local.
Arte, devoción y solidaridad
La devoción popular floreció en templos como la ermita gótica de Santa Bárbara (siglo XIV), que originalmente custodió un magnífico retablo del maestro Gonzal Peris, hoy exhibido en el Museu Nacional d'Art de Catalunya. A su vez, la ermita de San Bernabé (siglo XVI) no solo fue un centro de culto, sino también una escuela rural para los niños de las masías circundantes, y sigue siendo el corazón de la romería anual en honor al patrón. El poderío de la época también se refleja en la arquitectura defensiva, como la Masía Fortificada o Torre Pintada, una robusta construcción que es testimonio de la riqueza de la villa.
Pero el espíritu de la época se manifestó sobre todo en la caridad. Dos hospitales históricos dan fe de la generosidad de sus habitantes. El Hospital de Pobres, fundado en 1424 por el matrimonio Martín-Vidal, y el Hospital de Nuestra Señora de Gracia, fundado en 1430 gracias a la donación de la familia Poma, ofrecieron durante siglos refugio y cuidados a los más desfavorecidos. Hoy, estos edificios siguen sirviendo a la comunidad como albergue, biblioteca, escuela y centro de jubilados, un hermoso ejemplo de cómo la solidaridad perdura en el tiempo.
El ocaso del castillo
El silencio de los muros
Durante centurias, el castillo de Puertomingalvo fue un bastión inexpugnable, un centinela de piedra en la volátil frontera entre Aragón y Valencia. Sin embargo, la paulatina pacificación de los reinos peninsulares le restó su función militar. Las fortalezas fronterizas, antes vitales, se volvieron innecesarias, condenadas al abandono y al olvido. El castillo, que un día resonó con el fragor de las armas, comenzó a sumirse en el silencio.
Inventario de una decadencia
Un documento notarial de 1532, redactado durante una visita de funcionarios del obispado de Zaragoza, nos ofrece un retrato desolador de su estado. La traducción del texto, realizada por Manuel Vázquez, es un inventario de la ruina: "En el patio un aljibe caído", "una cocina sin chimenea, el techo se está cayendo", "los suelos están podridos", "la torre maestra por la cual se accede al castillo tiene muros caídos". El inventario de los bienes encontrados es igualmente melancólico: cuatro ballestas, un torno para armarlas, dos escopetas tipo arcabuz sin sus complementos y dos escudos viejos. Los graneros y la bodega, con sus cubas dañadas, hablan de un pasado productivo ya lejano.
De fortaleza a cementerio
Este documento es la crónica de un declive imparable. Muestra un castillo que ya no era un hogar ni una defensa, sino un esqueleto de piedra abandonado a su suerte. Con el correr de los años, la fortaleza perdió su última función simbólica y sus muros, que un día protegieron la vida, acabaron acogiendo a los muertos, convirtiéndose en el cementerio del pueblo. El ocaso del castillo era un reflejo del fin de una era.
El esplendor de la lana y el fragor carlista
La edad de oro
El siglo XVIII marcó la cúspide del esplendor de Puertomingalvo, un auge cimentado en la producción y exportación de lana de altísima calidad. Las fértiles tierras de pasto y la pericia de los ganaderos locales generaron una riqueza que transformó el pueblo. Poderosas familias controlaban el comercio de la lana, que viajaba a través del puerto de Tortosa hacia los mercados de Italia y los Países Bajos, atrayendo prosperidad, aumentando la población y financiando la construcción de nuevos y magníficos edificios.
La Iglesia de la Purificación y San Blas: un símbolo de poder
El mayor exponente de esta bonanza es la monumental iglesia de la Purificación y San Blas, erigida entre 1721 y 1739. Con sus 1.600 metros cuadrados, esta imponente fábrica de estilo barroco tardío y estructura de tipo salón, típica de Aragón, fue un proyecto titánico que demostró la fe y el poderío económico de la comunidad. Su interior, decorado con pinturas neoclásicas, y su esbelto campanario coronado por una cúpula de sillería, eran una afirmación del poder del obispado de Zaragoza frente a las nuevas ideas de la Ilustración. Trágicamente, la Guerra Civil causó estragos en su patrimonio, destruyendo el órgano y el retablo mayor, y forzando la venta de otras joyas artísticas, como el retablo gótico de los "Gozos de la Virgen" de Gonçal Peris, que hoy se encuentra en un museo de Kansas, Estados Unidos.
El Maestrazgo en armas
El siglo XIX trajo consigo el estruendo de las Guerras Carlistas. El Maestrazgo, una vasta comarca montañosa de profundas convicciones tradicionalistas, se convirtió en el principal bastión del carlismo. Puertomingalvo, con su castillo y sus murallas, recuperó su importancia estratégica y se convirtió en una plaza fuerte inexpugnable, resistiendo durante años los embates del ejército liberal. Hoy, aunque administrativamente pertenece a la comarca de Gúdar-Javalambre, el pueblo forma parte del Parque Cultural del Maestrazgo, conservando el carácter recio y el espíritu de lucha forjado en aquellos tiempos convulsos.
El renacer de un pueblo con alma
La resurrección del castillo
El castillo que en la década de 1980 era apenas un montón de ruinas, es hoy el emblema del renacer de Puertomingalvo. Un esfuerzo colectivo y una minuciosa labor de reconstrucción, piedra a piedra, devolvieron la vida a la fortaleza. Lo que fue un símbolo de decadencia se ha transformado en un vibrante foco de atracción turística y cultural, albergando un museo etnográfico que narra la historia de la comarca. El castillo es la metáfora perfecta de la resiliencia de este pueblo: un ejemplo de cómo la dedicación puede devolver el esplendor a lo que parecía perdido.
Un tesoro vivo
Declarado Bien de Interés Cultural en 1982 e incorporado a la red de "Los Pueblos Más Bonitos de España" en 2013, Puertomingalvo es hoy un destino que cautiva. Sus calles estrechas y empedradas, flanqueadas por casas blasonadas, invitan a un paseo sosegado por la historia. Desde sus miradores, el paisaje sobrecogedor de montañas, bosques y valles ofrece un espectáculo natural en cualquier estación del año.
Experiencias para los sentidos
Puertomingalvo es un lugar para ser vivido. Para los amantes del senderismo, rutas como la que conduce a la Cascada del Arquero o al Alto del Pellejero descubren la riqueza de su flora y fauna. En otoño, sus bosques se convierten en un paraíso micológico, ofreciendo más de 30 variedades de setas, incluyendo los preciados rebollones y trufas. El invierno cubre el paisaje con un manto de nieve, creando una estampa mágica y convirtiendo al pueblo en un punto de partida ideal para disfrutar de las cercanas pistas de esquí de Valdelinares. Y cuando cae la noche, su cielo, libre de contaminación lumínica, ofrece un espectáculo astronómico inolvidable.
El sabor de la tradición
La vida en Puertomingalvo se celebra con intensidad, especialmente durante las fiestas de agosto y la Feria Solidaria de Antaño. Y se saborea en su gastronomía, arraigada en los productos de la tierra. El Jamón de Teruel, de curación lenta en el clima seco de la sierra, y el cordero a la brasa son los embajadores de una cocina honesta y llena de sabor. Puertomingalvo es, en definitiva, un lugar donde la historia, la naturaleza y la cultura se entrelazan para ofrecer una experiencia única y auténtica.